sábado, 18 de julio de 2009

Terrón de Azúcar #1 : Lluvia de Azúcar (Cuento corto por Silvia Corella)

Tal vez no apareciera. O tal vez sí. ¡Maldita lluvia! Clara escudriñaba la calle por la ventana, a través de un círculo que había abierto en el vaho del cristal, como una escotilla. Pegó la nariz y sintió el frío del exterior. No vendría. ¿O sí? Se apartó y se arrellanó en la silla tonet. Delante, humeaba el café que el camarero le había servido sin que ella se hubiera percatado. De la cestita que había en la mesa tomó un sobre de azúcar y lo vertió en el líquido negro. Miró de nuevo por el ojo de buey de la ventana. Seguro que no venía. Abrió otro sobre de azúcar y se volvió a servir. Sonrió. La semana pasada había estado tan atento, tan cariñoso, que ella pensaba que a lo mejor… Alargó la mano y se hizo con un tercer sobre de azúcar que espolvoreó en la bebida caliente. Al despedirse, habían juntado sus mejillas y ella sintió como si… Fue un instante nada más pero... Distraídamente, abrió otro sobre de azúcar que dejó caer en la taza. Contempló de nuevo la calle desierta mientras daba golpecitos en el mantel con el mango de una cucharita. Nada. Le había asegurado que vendría el próximo martes, y sin embargo… Pero se le iba a enfriar el café, así que, reparando por primera vez en la cestita del azúcar, seleccionó un sobre de sacarina y se puso sólo la mitad. No le gustaba el café demasiado edulcorado.

Silvia Corella - España

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Oración por los Sacerdotes

Dios Todopoderoso y Eterno,
mira con amor el rostro de tu hijo y por amor a Él,
que es el Sumo y Eterno Sacerdote,
ten misericordia de tus sacerdotes.

Acuérdate, oh compasivo Señor, que ellos son sino frágiles y débiles seres humanos.

Remueve en ellos el don de la vocación
que de modo admirable se consolidó por la imposición de las manos de tus obispos.

Manténlos siempre cerca de ti. No permites que el enemigo les venza, para que nunca se hagan participes de la más mínima falta contra el honor de tan sublime vocación.

Señor Jesús, te pido por tus fieles y fervorosos sacerdotes así como por los sacerdotes infieles y tibios; por los sacerdotes que trabajan en su propia tierra o los que te sirven lejos, en lugares o misiones distantes; por tus sacerdotes tentados, por los que sienten la soledad, el tedio o el cansancio; por los sacerdotes jóvenes o por los que estén a punto de morir, así como por las almas de sacerdotes en el purgatorio.

Pero sobretodo, te encomiendo los sacerdotes que más aprecio: el sacerdote que me bautizó o me ha absuelto de mis pecados; los sacerdotes a cuyas misas he asistido y me han dado tu cuerpo y sangre en la comunión.; los sacerdotes que me han aconsejado, me han consolado o animado y aquellos a quienes de alguna forma les estoy más en deuda.

Oh Jesús, manténlos a todos cerca de tu corazón y bendícelos abundantemente en el tiempo y en la eternidad.

Amén.